¡Buenas tardes!
En mis años de estudiante, se dedicó una parte del tiempo a enseñarnos postulados, reglas, criterios o puntos a cerca de cómo el psicólogo debería comportarse en una sesión terapéutica. Aquellas enseñanzas, me hacian pensar que estaba delante de un cliente, más que una persona -que realmente tenía una importante deficiencia en su vida-.
Por suerte, aquella visión controladora que me enseñaron no fué plamasda en ninguna de mis sesiones, y ello, posibilitó que con la práctica, fuera adquiriendo algunos conocimientos que posteriormente me harían darme cuenta de una serie de puntos que me gustaría compartir.
1º No establecer objetivos con el paciente. El objetivo coarta, limita, encasilla, obsesiona, frustra e incluso daña a la persona. Con lo cual, la terapia debe estar enfocada al autoconocimiento por parte del paciente, más que en un mero cumplimiento de objetivos. De tal forma, es el paciente -ayudado por el terapeuta- el que determina sus acciones, adquiriendo un papel activo en el proceso terapéutico, no limitándose por tanto a lo marcado por un objetivo.
2º Flexibilizar. El terapeuta no debe estructurar las sesiones al milímetro. Es bueno repasar lo dado en la sesión anterior, pero nada más. Debemos entender que el paciente, pudiera no requerir lo que en un primer momento hemos preparado para él, con lo cual, debemos ser capaces de flexibilizar nuestras competencias a lo requerido en cada sesión por la persona.
3º No determinar un tiempo. Siempre me ha parecido cuanto menos curioso pre-establecer un tiempo, que para más inri suele ser muy breve. ¿Qué podemos hacer en 30-45 minutos? Debemos tener en cuenta que tratamos con personas, y no con clientes, con sus problemas, y desavenencias. Como es natural, nuestra sesión debe estar acotada en el tiempo, pero ello, nunca debe suponer un corte en la terapia.
Habrá quién pueda pensar, que entonces el paciente pueda manipularnos, dejando lo más complicado para el final de la sesión. Es en ese punto, donde entra en juego la habilidad y pericia del terapeuta para saber reconducir estas acciones.
4º No acogerse a ningún protocolo. La persona es más que un conjunto de rasgos. Es experiencia, es cuerpo, es mente, es herencia, es social, es educación, es su entorno, y en resumen es "historia personal". Antes de acogernos a una serie de patrones de actuación estandarizados, debemos conocer en profundidad cada uno de estos aspectos, para así poder decidir qué procedimientos son los que mejor se ajustan a las necesidades de nuestro paciente.
5º No elegir una sola técnica terapéutica. En la línea de lo comentado en el punto anterior, debemos utilizar los procedimientos, las técnicas y los medios que mejor se adecuen a las características personales de nuestro paciente, con lo cual, el terapeuta no debiera encasillarse en ninguna corriente psicológica. Simplemente debe optar por la que mejor se adapte a las exigencias del paciente.
6º No controlar la conducta del paciente. No decir al paciente lo que debe y no hacer. No hay conductas buenas, ni malas. Cada persona actúa de una determinada forma, dependiendo del punto en el que se encuentra. Controlar/reprimir una determinada conducta, no sólo no nos ayudará en el camino hacia la sanación, sino que dificultará el mismo. El paciente por tanto, dejará de emitir una conducta nociva para su salud cuando entienda por qué la emite.
7º La causa no siempre es la que dice ser. El paciente acude a consulta con un problema, a veces concreto y a veces más general. No obstante, esa deficiencia que afecta a su vida, tan sólo es la punta del iceberg. Algo que lleva mucho tiempo gestándose, y que ahora, por una determinada razón, se hace patente. Con lo cual, la labor del terapeuta no consiste en eliminar ese síntoma, ya que éste es un indicio de que algo está sucediendo en el organismo de la persona. Por tanto, debemos entender, y así hacérselo ver al paciente, por qué se suceden una serie de manifestaciones tanto físicas como psicológicas en un determinado momento, y por qué éstas influyen de forma negativa en su bienestar. Por tanto, nuestra misión debe ir más allá de una simple eliminación de los síntomas.
8º Relación de cercanía. Somos terapeutas, guías, ayudantes, y a fin de cuentas, psicólogos. Nuestra labor, por supuesto, es ayudar a subsanar las deficiencias de nuestros pacientes. No obstante, ello no nos debe dar una superioridad. Debemos establecer relaciones horizontales, en las que tanto el paciente, como el terapeuta trabajan en una misma dirección, en un mismo rumbo formando un equipo -y enlazamos con el siguiente punto-.
9º Guiar, no imponer. Se entiende al terapeuta como un guía que ayuda al paciente a darse cuenta, y a discernir, por qué desarrolla o ha desarrollado un determinado patrón para enfrentar los diferentes acontecimientos que se dan en su vida. Así, el terapeuta no impone, no castiga, no corrige y por supuesto no domina al paciente: simplemente lo guía en el camino hacia la sanación.
10º "Andar el camino". De nada sirve que intentemos explicar por qué reaccionamos ante un determinado acontecimiento empleando un pensamiento, emoción o conducta, si realmente no hemos experimentado, comprendido y afrontado esas situaciones en nuestra propia persona.
Hasta aquí esta entrada, les espero en la próxima.
Carlos M. Flores -Psicólogo del equipo Corpus Mente Sevilla-