¡Buenas tardes!
A menudo se tiende a pensar que se deben tener objetivos/metas en la vida. Una pareja, un trabajo, una vivienda, formar una familia, o ¿por qué no? -y aunque pudiera resultar más accesorio- un mejor coche, una casa más grande, o más y mejores bienes materiales. No obstante...
¿Cuántas veces hemos tenido todo aquello que hemos deseado y aún así nos hemos sentido vacíos?
¿Cómo se explica entonces?
Estar lleno, estar en paz, estar "bien", no tiene nada que ver con los bienes o personas con los que contamos, o de las que nos rodeamos, aunque habitualmente se piense que sí, ya que cuando finalmente se consigue aquello que se ha ansiado durante un largo periodo de tiempo se tiende a estar muy contento, muy -mal llamado- feliz. Como esa sensación nos produce un gran bienestar, una vez se apaga la euforia propia del momento, se tiende a buscar algo mejor, pues se atribuye ese bienestar a lo obtenido. Así la vida gira entorno a una serie de objetivos/metas, que se presuponen motiva a la persona. No obstante, cuando ya se tiene todo lo que se quiere, preguntamos...
¿Y ahora? ¿Ahora qué? ¿Esto es la vida?
Como decíamos con anterioridad, sentirnos llenos, no tiene nada que ver con el exterior -pareja, trabajo, bienes materiales-. Se relaciona con uno mismo, con ser conscientes de lo que pasa dentro de nosotros, con saber ver esa realidad. Cuando realmente nos centramos en ello, sobran los objetivos, sobran las metas, pues nos damos cuenta que se busca en el exterior, lo que no se encuentra en el interior. Lo cual, no hace más que ayudarnos a perdernos más.
Finalmente, no es lo que hago, sino desde el punto en el que lo hago. No es lo mismo buscar un hobby, un coche, una casa, simplemente porque me gustan, a hacerlo para no darme cuenta de lo que tengo dentro. A pesar de ello, ¡cuidado! Tu mente te intentará engañar, y posiblemente no seas consciente de ello.
Hasta aquí esta entrada, nos vemos en la próxima.
-Equipo Corpus Mente Sevilla-