jueves, 13 de noviembre de 2025

Se un guerrero en la batalla

No seas un soldado en la batalla. Sé un guerrero en ella. A primera vista parecen lo mismo: ambos luchan, ambos enfrentan el conflicto. No obstante, distinguir la diferencia entre uno y otro es esencial, pues entre ambos va un abismo: El soldado actúa por deber; el guerrero, por comprensión.

El soldado obedece órdenes. Lucha porque alguien le dijo que debía hacerlo. No cuestiona, no observa, simplemente reacciona. Su fuerza proviene del miedo, de la obediencia, de la necesidad de cumplir con lo establecido. Vive en la confusión del combate, sin entender del todo por qué pelea ni qué sentido tiene su esfuerzo. El soldado está en las tinieblas. 

El guerrero, en cambio, no lucha por mandato ni por orgullo. No se mueve desde la rabia ni desde la necesidad devencer. Se mantiene en el centro de la batalla como un observador consciente, respondiendo solo cuando es necesario. No agrede, no destruye, no se deja arrastrar por la furia del entorno.

El guerrero comprende lo que está ocurriendo, y esa comprensión le da calma. Permanece firme, sin huir ni perder su paz interior. No se mueve desde la reacción, sino desde la claridad.

El soldado pelea contra el enemigo; el guerrero enfrenta el conflicto sin perderse en él.

El soldado teme la oscuridad; el guerrero camina hacia la luz.

Ser guerrero no significa ser pasivo. A veces será necesario actuar con energía, incluso con fuerza. No obstante, esa fuerza no nace de la ira, sino de la lucidez.

El guerrero puede ser enérgico por fuera y profundamente sereno por dentro, y esa es la gran diferencia: El soldado hace lo que “debe” hacer; el guerrero hace lo que tiene que hacer.


"El deber nace de la obediencia. La acción del guerrero nace de la consciencia".