Buenos días,
Para abordar el tema que da nombre a esta entrada, debemos hacer alusión forzosamente al concepto "memoria". Sin querer entrar en los diferentes tipos, subcategorías y diferenciación existentes entre unos y otros, creemos conveniente establecer una definición global que nos ayude a entender este concepto.
Una definición sencilla, nos hablaría de
mecanismos mentales que nos permiten desarrollarnos, y aprender, gracias a la posibilidad de codificar, almacenar y recuperar la información que previamente nuestros sentidos han captado.
Así, y tomando la exposición anterior como punto de referencia, es evidente que si la memoria favorece nuestro aprendizaje, esto debiera ayudarnos en gran medida a adaptarnos al mundo que nos rodea. Por tanto:
¿Se han preguntado alguna vez por qué de los millones de estímulos a los que somos expuestos cada día, sólo recordamos unos pocos elegidos y obviamos/olvidamos al resto?
Si anteriormente hablábamos de que la memoria podría ser un mecanismo de adaptación al medio:
¿Puede ser el olvido un mecanismo de defensa ante ese medio?
La habilidad para alterar la realidad adecuándola al beneficio propio es algo usual incluso en el reino animal. Así algunos animales simulan por ejemplo estar muertos para que su agresor se olvide de ellos. Por supuesto, en nuestro caso no iba a ser menos, y es que la posibilidad de alterar la realidad a nuestro antojo nos lleva a protegernos. Afirmación que ya postuló Festinger en 1957 en su teoría sobre "disonancia mental".
Por ejemplo, el olvido de forma específica nos puede ayudar en la pérdida de un ser querido, un robo, un accidente de tráfico, y en general ante un determinado acontecimiento traumatizante.
Así, podemos pensar que la selección de recuerdos que hacemos modula en gran medida nuestro estado anímico, y por tanto resulta beneficiosa para adaptarnos. No obstante, no debemos pensar que el olvido cura nuestras heridas. Por ello, aunque el hecho traumatizante no se recuerde de forma consciente, el contenido del mismo sigue estando almacenado en nuestro inconsciente, por tanto la situación reprimida sigue en vigor manteniendo su acción desde el inconsciente. Así, situaciones que estimulen de alguna forma a la experiencia traumatizante producirán malestar en nosotros, con el agravio de que podríamos achacar nuestra fuente de infelicidad a estímulos que activan ese trauma, pero que realmente no tienen que ver con el mismo -como si fueramos los perros que Pavlov empleó en su experimento-.
Obviamente, no debemos obligarnos a recordar o entender situaciones traumatizantes si no estamos preparados para ello, pues esto podría llevarnos a un mayor bloqueo. Lo que sí deberíamos hacer es no renunciar al entendemiento una vez estemos preparados y bajo la supervisión de un/a profesional cualificado/a, pues de lo contrario estaremos condicionados el resto de nuestros días.
"Quienes hacen las paces con
el pasado, por fatal que éste sea, se liberan, se reponen y controlan mejor su
destino".
Hasta aquí esta entrada, les esperamos en la próxima.
Carlos M. Flores -Psicólogo del equipo Corpus Mente Sevilla-