Es difícil que salgas de donde estás. Tienes pánico de volver la mirada hacia ti. Eres incapaz de enfrentarte a todo ese contenido, inconsciente para ti, que se halla dentro de ti, en tu mundo interior. No lo sabes, pero este te acompaña allí dónde vas. Piensas que actúas desde ti, que eres dueño de tus actos ¡falacias!
La sensación que das, es la de que realmente no quieres salir de donde te encuentras. Tu foco de atención está dirigido al exterior. Estás totalmente focalizado ahí, y desde ahí, crees que estás haciendo algo por salir de donde estás. Justo en este punto, el montaje que haces sobre las acciones que realizas para afrontar las situaciones que acontecen en tu vida cotidiana, alcanzan su máximo esplendor, pues estás convencido de que estás haciendo algo para enfrentarlas. No eres consciente, por tanto, de que cuanto más crees esto, más enredado estás.
Si dejaras de huir de ti mismo, y así comenzaras a realizar un proceso con lo que tienes dentro, te darías cuenta de que todo, absolutamente todo lo que ocurre en tu vida está filtrado por tu mundo interior. Te harías consciente de que lo que crees que te genera malestar, en realidad, no tiene nada que ver con el exterior, ni con como te tomas lo que ocurre ahí fuera. No obstante, al estar dormido, no eres consciente de nada. Ello te lleva a estar en una constante lucha contra ti, contra los demás, contra lo que ocurre, contra el mundo, contra el destino, y en definitiva, contra ese exterior. Te revelas, te frustras, te sientes impotente. Sin embargo, a lo único que te limitas es a defenderte continuamente, pasando de un extremo considerado por ti como negativo, a su opuesto, o positivo.
El patrón cognitivo-conductual que empleas te conduce a estar en la constante huida, la huida eterna. Desde ahí, te vuelves a encontrar aquello de lo que intentabas escapar con diferentes personas, situaciones, o contextos. Aunque la forma te pudiera resultar diferente, recuerda, que el fondo fue, es y seguirá, hasta que salgas de ahí, siendo el mismo.
¿No estás cansado?