Al iniciar tu camino recuerda que este no puede ser definido, debe ser vivido. Para ello, haz lo que debe ser hecho, sin resistencias y sin apegos, sin objetivos y recompensas.
Camina en el aquí y ahora, con plena atención, sin proyecciones ni nostalgias. Ten cuidado con tus emociones, no permitas que estas dicten el curso de tu acción. No te enredes en un futuro que tan solo existe como idea, o en el recuerdo de un pasado que ya no es. Deja por tanto a un lado, lo que fuiste o creíste ser, lo que lograste o perdiste. Estos pensamientos no deben entorpecer el momento presente.
Contempla con lucidez y sin juicio lo que se aleja, observando sin aferrarte. Lo que deba partir, permite que parta. No te dejes engañar por lo que tu llamas pérdidas. Nada real se pierde. Se va lo que tiene que irse. No es un castigo, no es una tragedia, simplemente ya no tiene que estar, ya no tiene razón de ser, y cae como una hoja cuando ya ha cumplido su tiempo. No te apegues. No sufras por dejar ir. Solo se disuelve lo que ya no debe estar.
No confundas por tanto, tu camino con tus deseos. No proyectes sobre él tus anhelos porque esa identificación distorsionará tu visión y te anclará a la ilusión. El deseo tan solo es el movimiento del ego. Pensarás que has despertado cuando en realidad te habrás dormido más profundamente. La ilusión disfrazada de avance es el velo más denso.
Recuerda que en el camino no hay bueno ni malo, ni correcto ni incorrecto, ni éxito ni fracaso. Por tanto, no juzgues la dureza de un acto ni el alivio de otro; actúa desde la quietud. Los opuestos son creaciones que necesitas para sentirte seguro, pues aún no has visto más allá. No obstante, debes saber que la realidad del camino trasciende toda dualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario